Esta pequeña ciudad (de unos 50.000 habitantes) está situada en el centro de un valle de pequeñas colinas, conocida también como “la ciudad de las brumas”. Pronto me di cuenta del porqué, al comprobar cómo las nubes se aferraban en la cima de sus montañas. Al pasear por sus calles, se puede respirar un clima tranquilo y agradable, y disfrutar a la vez de su actividad en el mercado y en el centro de la ciudad. Pero ojo, toma nota: si tienes que realizar algunas compras, date prisa, porque a las seis de la tarde todo está cerrado.
Jinotega tiene dos parques, el más importante de ellos: el Parque Central. Aquí se encuentran algunas de las instituciones más emblemáticas de la ciudad, como por ejemplo el Ayuntamiento, la Catedral, y la Universidad. Pero si andamos tan sólo media manzana, no encontramos con las oficinas de ONGAWA, mi lugar de trabajo.
Durante mi estancia en Nicaragua, el trato con mis compañeras/os de trabajo fue excelente, y estuvieron siempre muy pendientes de mí, ayudándome en todo lo necesario. A los pocos días de mi llegada a la ciudad, tuve que preparar la mochila para ir a trabajar a las comunidades. El proyecto en el que estuve involucrado, consistía en realizar un levantamiento de información en agua, saneamiento e higiene en el municipio de San Sebastián de Yalí. El objetivo del mismo era obtener información acerca de los sistemas de agua potable (la mayoría de ellos por gravedad, es decir, sin bomba) y saneamiento (en su mayoría letrinas), así como las costumbres de las familias en cuanto a higiene y manejo del agua. Esto ayudará a mejorar la toma de decisiones de los ayuntamientos en materia de agua y saneamiento, para que las intervenciones sean más eficientes y eficaces.
He aquí al equipo de trabajo del proyecto a la vuelta de una de nuestras intervenciones en el terreno.
Esta experiencia fue muy enriquecedora tanto en el aspecto profesional, como en el personal. En el profesional, aprendí a manejar un equipo de trabajo en el terreno, a entablar relaciones con organismos institucionales, y a manejar los aspectos administrativos y logísticos. Y en lo personal, aprendí a valorar mucho más todo lo que tenemos, especialmente el privilegio de tener agua, con un caudal suficiente, de calidad, a cualquier hora, y a la temperatura que queramos, con tan sólo girar la llave del grifo. El agua o, el “vital líquido” como allí lo llamaban, es un bien al que en ocasiones no se le da el valor que realmente tiene, y debemos cuidarlo y conservarlo.
Ya de regreso a España, mi maleta regresó con algo más que ropa, calzado y algunos regalos. Vino cargada de momentos irrepetibles, de lecciones aprendidas, de buenos recuerdos, y con muchas ganas de repetir esta experiencia inolvidable.
Autor:
Jorge García Villajuana
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